¡Antes de continuar!

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Después, viene la parte entretenida: la universidad resulta ser algo considerablemente diferente, decepcionante. Muchos de los “ilustres docentes”, no son más que un montón de seres amargados que enseñan la misma cosa semestre tras semestre, año tras año, cohorte tras cohorte. Son personas frustradas que se sienten poderosas al desanimar a docenas de estudiantes con sus ejercicios basura. Ilustres ladrones, dictando clases de pantalla donde escasamente se puede ver una gota de raciocinio.

Sin embargo, lo peor es que muchos de ellos entraron a la academia solamente porque eran amigos del jefe. A propósito de esos jefes, son otros personajes que dejan mucho que desear: decanos tratando de quitar materias propias de la carrera para recortar la duración programas, coordinadores sin la más remota idea de cómo se dictan las materias de su área, defendiendo a los peores docentes y atacando a los pocos buenos que hay en las diferentes facultades.

Y así, la universidad, que tenía una imagen de cristal sobre un pedestal altísimo, se tambalea hasta que cae y queda destruida.

Pero faltó algo por explorar en ese montón de ladrillos que hacen llamar fuente de conocimiento, algo que parece una opción para salvar el interés en la carrera, para mejorar en esa materia que todos pierden porque así lo quiere el profesor, para darle un empujón a la vida profesional: los semilleros y las actividades extra curriculares. Algunos compiten con su cuerpo, y otros deciden competir con sus mentes, y es que se siente un fresquito cuando uno descubre que no le robaron la plata completa y que se tiene la oportunidad de convertirse en una élite dentro de la universidad. Ha de sentirse bien pasar por un pasillo y que digan “ahí va”, él es un maratonista o él es el mejor en calculo, en física, él es el mejor programador del país.

Lamentablemente esas actividades tienen escaso o nulo de apoyo por parte de los directivos. Incluso las que potencialmente pueden dejar en alto el nombre de la universidad, por mera ineptitud, son ignoradas y casi destruidas. Suena como un chiste, un cuento para niños, o hasta una novela de esas que salen en las tardes en tv: hay protagonistas con un sueño, un montón de traspiés, algún que otro buen personaje que ayuda al protagonista y claro, varios antagonistas que se creen de una clase social superior, llenos de diplomas que les han servido para tres cosas: una vez para nada, a veces para nada y siempre para nada.

Mucho se ha escuchado de que los jóvenes no aprovechan las oportunidades, pero ¿qué pasa cuando los jóvenes quieren aprovecharlas y quien se supone que debería ayudarles les dificulta aún más el camino? Para colmo, se llenan la boca diciendo que tienen a los mejores, incluso se quejan de todo el trabajo que deben hacer, que se esfuerzan demasiado, y la verdad es que si, son los mejores mentirosos y de verdad se esfuerzan por creerse sus mentiras reforzadas.

Si estás leyendo esto y te sientes identificado con alguno de los antagonistas, aspiro a que reflexiones, ¡retírate! Déjale el camino y el trabajo a los que si saben y quieren hacerlo bien. Deja de engañarte y engañar a los demás, no pienses que todos los estudiantes somos tan tontos.

Por otro lado, si te sientes identificado con los protagonistas, es hora de dejar de ser la cenicienta, tampoco somos tan especiales. Eso sí, animo, hay que luchar por lo que vale realmente.

Si se hirieron tus sentimientos, no me disculpo. La verdad no se maquilla, es fea y así sale a la calle la infeliz.